29 de Marzo, 2024
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Opinión

14 de Noviembre de 2021 - El segundo cachetazo

El poder político del peronismo está llegando a su fin. Este desgobierno peronista-kirchnerista está tocando fondo.

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Este final anunciado está atravesado por una larga serie de errores, de contradicciones, de mentiras, de bravuconadas, de papelones,  de payasadas, de incongruencias malignas que suponemos serán el final de una de las peores etapas políticas de la vida republicana de la Nación Argentina.

 

El país construido por los patriotas de Mayo de 1810 y de Tucumán de 1816, se decidió levantar la cabeza y poner la mirada hacia el futuro. La Argentina ha decidido terminar con la marchita, con los bombos del peronismo arrollador de los años 50, que tenían la presencia y la palabra desde el púlpito sagrado de la Casa Rosada, del jefe de un Movimiento que había llegado para instalar en la Argentina, una nueva mirada, una nueva manera  de trascender para un pueblo que necesitaba la inteligencia de un líder que pudiera hacer de la Argentina, un Estado diferente, abrir una nueva esperanza, una renovada visión del futuro de la Patria.
 
Pero, claro, estaba por entonces el hombre que pretendía regalarnos un país mejor, con seriedad, con trabajo, con un concepto distinto de la política puesta al servicio de los hombres y mujeres argentinos.
 
Estaba el jefe, Juan Domingo Perón. Y estaba Evita, la mujer pública más amada que, alguna vez, tuvo la Argentina.
 
Pero pasaron los años, y comenzó una larga lista de gobiernos militares que se apropiaron del Poder político de la Argentina, y las esperanzas que todos teníamos, de paz, trabajo y libertad, se fueron diluyendo. A excepción de algunos gobiernos civiles elegidos por el pueblo, y de gobiernos militares, alternativamente, con palabras vacías unos y con las armas los otros, todo fue una cantinela de promesas dispersas, de ideas sin profundidad y de discursos que no llegaron a darnos a los argentinos la tranquilidad y los bienes de un progreso razonable, una vida mejor con trabajo, con educación y con el crecimiento que merecíamos.
 
Desde los años 30, con la meseta política vivida con el peronismo, la Argentina fue pasando de mano en mano, por irresponsables que usaron el Poder para enriquecerse y olvidarse de las promesas de campaña que sólo servían para prometer y  languidecer con el tiempo. 
 
Sin embargo, el peronismo había calado hondo en el pueblo, que añoraba los viajes de turismo, los regalos de la Fundación “Eva Perón", el acceso a las universidades de los hijos de los campesinos, de los pobres que apoyaban con esperanzas esa nueva forma de hacer política. Se extrañaban los lunes de San Perón, en los que nadie trabajaba. Era un regalo del Jefe que hasta los adversarios aprovechaban con gusto.
 
De aquella camada de políticos que preparó Perón con sus clases magistrales en las universidades, muchos pasaron al silencio cuando la Revolución Libertadora -que no liberó a nadie y que tampoco sirvió para nada- comandada por  los militares Eduardo Lonardi y Pedro Eugenio Aramburu y el marino Isaac Francisco Rojas, dio un golpe de Estado aquel 16 de septiembre de 1955 y que, tras más de dos años de Gobierno, organizó elecciones condicionadas que trasladó a un Poder encabezado por el radical Arturo Frondizi, el 1 de mayo de 1958, un gobierno civil que también sería derrocado en 1962. Otra vez, lo mismo, más nadie tenía remedio para tanta debilidad política republicana.
 
Pero volvió Perón,  el 20 de junio de 1973, en medio de una dolorosa efervescencia política entre facciones del peronismo revolucionario, que se disputaban el poder y produjeron la "guerra interna de Ezeiza", de aquella jornada. Allí dieron la cara los dos peronismos, la Gloriosa Juventud peronista y los Montoneros, que con el tiempo destruyeron la verdadera teoría peronista que fuera creada por  Juan Domingo Perón. Los Montoneros fueron unos de los grupos más traidores, peligrosos y radicalizados de la historia política Argentina.
 
Allí se comenzó a discutir -y a disputar a balazos- la supremacía de los dos peronismos que intentaban rodear al anciano presidente: la patria peronista y la patria socialista, que, con los años, se transformó en La Cámpora (en homenaje al primer presidente que instauró la flamante democracia), uno de los políticos más resistidos y despreciados por Perón, nombre que les sirviera para identificar a los "revolucionarios" de extracción peronista. En el primer discurso del presidente repuesto, Perón echó de Plaza de Mayo a los "jóvenes imberbes" que enarbolaban banderas con consignas de izquierda. Echó a los Montoneros.
 
Quienes tuvimos la posibilidad de observar de modo presencial en la Plaza de Mayo,  cómo se iban los zurdos de la Plaza expulsados por su propio Jefe, sentimos que el viejo general  había vuelto para morir en su tierra, pero que al peronismo le esperaban días de sangre y fuego en poder de los aventureros que se creían dueños del Movimiento.
 
Con la expulsión de Perón de los zurdas, cayeron muertas las ideas del peronismo.
 
Pero, el peronismo (¿?)  volvió a la vida de la mano de Néstor Kirchner, con la misma marchita, los mismos slogans triunfalistas y las grandes movilizaciones populares, gaseosas y billetes de por medio.
Volvieron los actos políticos con los nombres de Perón, Evita y la perimida marchita.
 
Cuando se produjo la extraña muerte de Néstor Kirchner, el peronismo necesitó de una figura convocante para volver "a los viejos tiempos". Otra vez Perón, Evita, la marcha y el uso desmedido del antiguo púlpito de Plaza de Mayo. Y en él emergió la figura de quien, con el tiempo, se apropió del Poder y de las masas populares con ideas kirchneristas. Ya el peronismo era una historia diluida en el tiempo. Pero usada, ocasionalmente, para engañar a los  viejos, a los ignorantes (que todo lo ignoraban y creían) a los chicos jóvenes que se dejaron llevar por el bombo y la marchita resucitada. Cristina Fernández no era ni Perón ni Evita. Lamentablemente, resultó ser el peor fiasco de un país que ansiaba sacar la cabeza del agua para mirar un nuevo futuro.
 
Quienes tuvimos la posibilidad de modo presencial en la Plaza de Mayo,  cómo se iban los zurdos de la Plaza expulsados por el propio Jefe, sentimos que el viejo general  había vuelto para morir en su tierra, pero que al peronismo le esperaban días de sangre y fuego en poder de los aventureros que se creían dueños del Movimiento.
 
El movimiento peronista y las ideas de Perón, se fueron con él aquel 1 de julio de 1974.
 
Hoy, noviembre de 2021, después de 70 años de gobernar el país, de sus permanentes fracasos, el peronismo tendrá una nueva muerte.
 
La Argentina necesita nuevas ideas, nuevas propuestas y menos marchita.
 
El mundo se renueva. La Argentina también, utilizando con sensatez e inteligencia el arma más contundente que existe en la República.
 
El arma que debemos usar, siempre, sin errores ni engaños, debe ser el voto.
 
Lo demás es solamente historia.
 
 
Jorge D’Amario Cané
jorgedamario@yahoo.com.ar
Director periodístico de Radiomercosur.com
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